miércoles, 18 de septiembre de 2013

SI LLUEVEN LIBROS… !QUE NO ESCAMPE!







Los poetas pueden tener mucho de brujos.

Uno de ellos, español, llegó invitado a Quito en el 2009 para la Feria del Libro. Asociado a las canciones de Joaquín Sabina, Benjamín Prado confesó, entre otras, una gran verdad: la poesía es más importante que la economía. La predicción se cumplió en Ecuador en noviembre de 2012 con la V Feria Internacional del Libro, organizada con éxito por los Ministerios de Cultura y el todavía  existente de Coordinación de Patrimonio Cultural y la Cámara Ecuatoriana de Libro.
En el festival de palabras, ideas y libros –muchos libros, para una ciudad todavía pequeña- hubo música en todos los pabellones. Claro!, porque mi apreciación coincide con otra verdad de bulto de Prado: no hay un buen poema, que no tenga música; tampoco hay una buena canción que no tenga poesía.
Así, en la V FIL-Q hubo música y poesía, para todos los gustos. Y todavía resuenan en los visitantes.

Con atinado lema, “somos nuestra memoria”,  el evento propuso como directrices la descolonización, los derechos culturales, la nueva identidad ecuatoriana contemporánea, y los emprendimientos en la cultura. Los expositores registraron apreciables ventas que este 2013 deben superarse. Al final de la jornada la organización juntó el éxito económico con el interés público por la lectura.
Escritores de doce países participaron activamente y dejaron excelente impresión.  La ocasión sirvió también para desenterrar con gratitud a los muertos, que se los recuerda en la canción y  poesía popular.  Un narrador, ensayista y crítico literario, profesor en la Universidad Andina Simón Bolívar, Raúl Serrano Sánchez, presentó  “Rondando a J.J. Tributo a Julio Jaramillo Laurido”. La obra recopila los trabajos de ocho importantes escritores ecuatorianos sobre el mito popular de la canción ecuatoriana y de siete países de Latinoamérica, conocido internacionalmente como Mr. Juramento o El ruiseñor de América.

El autor, Raúl Serrano, en la presentación de su apludida obra sobre JJ
En el país el pueblo evoca las estrofas del inmortal poema que caló en el pueblo de barriadas y casuchas, cabarets y algunas rocolas que todavía suenan en cantinas y lupanares que alojan a desamparados y menesterosos, pero reviven sus sueños con pasillos, boleros, tangos y valses de J.J., combinados con la voz de Celia, (“azuquita”!) y el ritmo pegajoso de la Sonora Matancera. Después de muerto J.J, en 1978,  con apenas 43 años, Fernando Artieda, versificador guayaquileño capaz de entrar en las entrañas populares, escribió Pueblo, Fantasma y Clave de Jota Jota.
Julio en vida fue mirado con indiferencia que bordeaba el desprecio por la “gente bien” y la clase media de Guayaquil y Ecuador. Es que cantaba la música que gustaba a los cholos y las empleadas domésticas, decían. Ahora, los “pelucones” (término impuesto por el actual Presidente Rafael Correa), también ensayan las canciones cada vez más populares de Julio, “el zorzal, el lírico, el artista…, el duro el brava el superbacán el pinga de oro el cantante más pesado que ha tenido el ecuador”, como recitaba el porteño Artieda en la década de los ochenta.
De todo esto habla Raúl Serrano en su libro sobre J.J., el bohemio y cantante ecuatoriano que puso en práctica la máxima marinera de “en cada puerto, un amor”, con 27 hijos debidamente registrados en doce países. Esta obra se actualiza con las canciones de JJ que algunas radiodifusoras de Quito todavía reproducen.
Juan Carlos Boada, de Radio Municipal, en diálogo con Serrano
El domingo 11 de noviembre, protocolo aparte, buscamos a Raúl para hablar sobre su obra. Aladeando la lluvia y el frío de la tarde invernal, entre sorbos de café, Serrano explicó: En el imaginario cultural ecuatoriano el pasillo tiene enorme incidencia porque mayoritariamente expresa una cultura del sentimiento. Julio Jaramillo al interpretar las canciones del pasillo imprime una marca que acentúa la interpretación dramática y melancólica, sostiene el autor.




Las empresas que promueven la cultura con los libros presentaron un magnífico "stand"
Esta V Feria cubrió diez días. En cuatro jornadas asistí a los variados encuentros que se habían programado. Me atreví a formular una predicción: por lo menos cincuenta mil personas concurrirían al recinto para visitar los libros expuestos. Si se alcanza esta cifra sería la comprobación de que el libro impreso tiene todavía vida para rato, a pesar de que las estadísticas mundiales afirman lo contrario. Se conoció luego que más de sesenta mil bibliófilos concurrieron a la cita.
Las pupilas dilatadas de grupos de jóvenes ante las vitrinas de fondos editoriales y librerías me recordaron que “las palabras, para bien o para mal, poseen un inmenso poder. Pueden inspirar o sofocar. Depende de nosotros”, como destaca Kevin Hall, conocido por ayudar a personas y empresas a  definir caminos y encontrar mejores horizontes a través del lenguaje y el conocimiento profundo del secreto de las palabras. Este fue el mayor acierto de las instituciones convocantes.
Textos “dulces” y obras utilitarias.  En la feria quiteña estuvieron los clásicos y también los top, incluyendo Best Seller; se recordó al “boom” latinoamericano: Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa, Cabrera Infante, hasta Neruda y la mexicana Sansores. Hubo espacio para todos, con espacio suficiente para la vampirología,  ciencia ficción y, por supuesto, las diferentes biografías sobre Steve Jobs. Realmente importante fue que los diversos grupos de público que compraron libros comenzaron a vivir los nuevos mundos que les ofrecieron autores nacionales y extranjeros.

Ahora, en el 2013 que ya termina, damos gracias a los Ministerios de Cultura, a la desaparecida Coordinación de Patrimonio y a la Cámara Ecuatoriana de Libro por brindar a la Capital del Ecuador la posibilidad de dar nuevos sentidos a los días, empezar a soñar que no hay mundos imposibles ni metas que no se puedan conquistar.

 Todavía hay mucho por mejorar, pero se dieron pasos gigantes en la dirección correcta.

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